jueves, 17 de febrero de 2005

Qué representa la victoria de Metrovías

CRISIS DEL CAPITAL Y LA RECOMPOSICION DE LA CLASE OBRERA

Los trabajadores de Metrovías acaban de obtener un aumento, promedio, superior al 35%, que llega al 44%, también en promedio, cuando se incorpora el aumento de la remuneración por antigüedad. Con estas conquistas, ningún compañero ganará en Metrovías menos de mil pesos. El salario mínimo oficial es, sin embargo, de 450 pesos.

¿Representa el avance de la clase obrera en el subte una plataforma de los objetivos que se debería dar el conjunto del movimiento obrero?

Se trata de un interrogante fundamental que no puede recibir, sin embargo, sino una respuesta compleja.

La maduración no se puede esquivar

Es que en Metrovías ha culminado una lucha de varios años. Comenzó con la tenaz oposición al despido individual de compañeros –algo que aún hoy es corriente en las empresas y constituye, en cierto modo, el núcleo duro de la flexibilidad laboral. En el subte se pararon las líneas más de una vez contra los despidos arbitrarios. Otra lucha fundamental fue contra la eliminación de los guardas en la Línea B. En esto, como en impedir los despidos, se manifestó, en forma consciente o inconsciente, una lucha que es la más decisiva de todas: el control del lugar y de las condiciones de trabajo. Como consecuencia de este proceso de alcance estratégico vino luego la madre de todas las batallas: la lucha por la reducción de la jornada laboral, que comenzó como una lucha con características fuertemente políticas (de presión sistemática a la Legislatura). Las victorias y los retrocesos en esta lucha tuvieron su remate en la huelga de 2003 –cuando la reducción de la jornada fue impuesta en caliente. En el curso de todas estas luchas la burocracia sindical dio sistemáticamente la espalda a los trabajadores, obligando a los activistas a poner en pie una dirección propia.

Aunque no alcanzó la profundidad de Metrovías, se puede describir un proceso similar para Foetra Buenos Aires –también en torno a impedir despidos. La ocupación de oficinas y edificios, y las marchas y los escraches se han realizado desde hace bastante tiempo; por eso el resultado de la victoria de la reciente huelga telefónica bonaerenese.

Lo que Foetra y Metrovías tienen en común es que los trabajadores han arrebatado el control de los lugares de trabajo que las patronales habían conquistado bajo la dictadura, que perdieron apenas un poco bajo Alfonsín y que recuperaron brutalmente bajo el menemismo.

(Cuando se hace un balance del Argentinazo es fundamental poner sobre la balanza que la rebelión popular se combinó con una falta total de autonomía de la clase obrera en los lugares de trabajo. Lo que vivimos en la actualidad es una consecuencia indirecta de la rebelión popular, que ingresa a las plantas y oficinas a través de la crisis del Estado, de los gobiernos y de las relaciones sociales que dominaron antes de la bancarrota capitalista.)

Los ejemplos del subte y de los teléfonos son importantes en otro aspecto, porque ilustran la importancia que puede llegar a tener en la lucha obrera la circunstancia que está viviendo una rama de producción determinada. Por un lado, es cierto que el transporte subterráneo y la telefonía móvil se encuentran en expansión, lo que fortalece la posición de los obreros en el mercado de compra y venta de la fuerza de trabajo. Pero incluso más importante es la posición precaria en que han quedado esas privatizadas luego del derrumbe de sus contratos o concesiones como consecuencia de la bancarrota capitalista del 2001. La recomposición de las condiciones de rentabilidad que tenían en el pasado como consecuencia de esos acuerdos usurarios, plantea un fuerte choque social (tarifas) y fuerza al Estado a intervenir como árbitro (lo cual significa, a su vez, el desfalco del Tesoro público debido a los subsidios con que se apuntala ese arbitraje). Las huelgas generales en Foetra y en Metrovías son un ejemplo vivo de cómo se puede aprovechar la crisis de las viejas relaciones económicas capitalistas para hacer avanzar el interés y la causa de los trabajadores.

Otros sectores del movimiento obrero han pasado por procesos similares a los mencionados, pero son una minoría y no han alcanzado esa profundidad. Por ejemplo, los ferroviarios de algunos ramales y varias líneas de colectivos, en este caso con grandes luchas y también derrotas muy fuertes. En Rosario y en San Lorenzo (Santa Fe) está teniendo lugar una recomposición de fuerzas, lenta pero firme, en la industria y los servicios. La lucha de Parmalat, que tiene lugar en estos momentos, tiene mucho que ver con otras luchas previas en esta misma empresa y con otras relativamente recientes de la industria láctea (en todos estos casos se manifiesta lo ya dicho de la expansión de una rama de industria y la crisis de contratos). En las grandes empresas de la alimentación existe una situación inestable en los lugares de trabajo (despidos individuales y empresas tercerizadas en las plantas que conviven con una representación sindical de base). Los docentes, en especial, han vivido un proceso de mucha maduración en todo el país y este hecho se nota en sus nuevas direcciones y en los grandes combates que empeñan. Los docentes son los testigos concluyentes del completo fracaso de la CTA como dirección sindical –lo cual le niega cualquier futuro en mayor medida que la negativa del Estado a reconocerla en paridad legal con la CGT.

(Todos los sectores de la clase obrera que han vivido un proceso de maduración a través de un período de luchas, han estado ligados al movimiento piquetero, el cual ha influido enormemente en esa maduración. Lo prueba, simplemente, la declaración política leída en Plaza de Mayo el último 20 de diciembre y la lista de quienes la firman.)

Campaña salarial y control de los lugares de trabajo

No es posible, entonces, afirmar que la victoria de Metrovías ha creado por sí sola las condiciones para que el resto de la clase obrera pueda conseguir salarios mínimos de mil pesos o aumentos del 40-50%. Pretender tal cosa sería como lanzar un ultimátum al conjunto de los trabajadores. El resto del movimiento obrero debe pasar por el mismo proceso de maduración de Metrovías, nada le va a caer de regalo sin que participe activamente en arrancarlo; claro que no es necesario que le lleve la misma cantidad de tiempo. En este sentido, la reivindicación de 1.000 pesos de mínimo, por ocho horas de trabajo, y aumentos de convenio del cincuenta por ciento, son una buena línea como orientación. Las conquistas en Metrovías le han abierto una crisis a la burocracia de cara a sus propias bases. Bastaría una fuerte agitación con el planteo de: ¿por qué el subte sí y nosotros no? para poner esta crisis más cerca de la superficie. La burocracia ya se encuentra ‘operando’ para desarmar la bomba de tiempo que tiene bajo sus mullidos sillones.

En el marco de una gran campaña para reclamar los 1.000 de mínimo y aumentos del 50% es necesario, además, desarrollar en el conjunto de la clase obrera la maduración que vivió Metrovías, ahora con tiempos y ritmos diferentes. Todo se resume en lo siguiente: ¿cómo recuperar los sindicatos y los lugares y condiciones de trabajo? Para eso es importante pelearle a la burocracia su monopolio de las negociaciones colectivas y reclamar que los paritarios y representantes sean elegidos por los trabajadores. Con todo, esta reivindicación, a pesar de toda su fuerza, debe lidiar con la enorme atomización o desarticulación que existe en los lugares de trabajo (incluida una desindicalización enorme). Esta atomización le facilita a la burocracia la maniobra de presentarse como la representante ‘natural’ de los trabajadores. Tomados todos estos factores en consideración es incontestable que hay una situación favorable para pelear el control de los lugares y las condiciones de trabajo, articulando el reclamo del aumento y el mínimo salariales, de un lado, y la exigencia de que los trabajadores decidan las negociaciones colectivas, del otro, con la lucha contra las represalias patronales, las arbitrariedades, los despidos hormiga y las suspensiones, y en base a esta acción organizar grupos de activistas, tendencias, agrupaciones y movimientos de base. Hay que re-compactar todavía a la clase obrera como clase, por medio de la agitación y de la lucha.

La lucha de Metrovías desplegó un fuerte contenido a medida que se iba desarrollando el ataque político de la patronal y del Estado a través de los medios de comunicación. Los delegados aprovecharon la ofensiva del adversario para impulsar una agitación potencialmente revolucionaria, cuando empezaron a exigir la apertura de los libros de Metrovías, que se hiciera público el salario de los ejecutivos y, finalmente, la disposición de los obreros a asumir la gestión del subterráneo, ante las dificultades que esgrimía la patronal para manejarlo.

(No hace falta decir el papel que ha jugado en todo este planteamiento la experiencia de las fábricas ocupadas.)

Naturalmente, desde los despachos nacionales y populares se procura convertir esta tendencia de la clase obrera a su propio gobierno en una propuesta de cooptación y de cogestión en defensa de “los intereses nacionales”. Por esta vía, el propósito es integrar a los nuevos luchadores a la burocracia sindical (como ha venido ocurriendo con los ‘piqueteros’ oficiales o con las fábricas recuperadas que han sido convertidas en empresas tercerizadas de capitalistas proveedores o usuarios). Esto demuestra apenas que en todo avance están implícitas nuevas luchas y nuevas batallas. Con la diferencia de que se plantean en un peldaño más alto y que tienen mayor voltaje histórico.

“Me cobré una cuenta pendiente”

MARIANO, BOLETERO DE LA LINEA D

-¿Qué balance hacés del conflicto?

-Para mí esta lucha es especial, ya que por enfermedad no había podido estar en el conflicto anterior. Era una cuenta pendiente. La verdad, la lucha fue muy positiva. Demostramos de qué forma se obtienen las victorias. Inclusive, en particular, me sorprendió su rápido desenlace, porque pensábamos que iba a ser un conflicto más largo.

-¿Influyó la situación política de la Ciudad?

-El gobierno de Ibarra casi ni apareció. El de Kirchner sí, e intervino para desactivar el conflicto, porque sino se le venían un montón de luchas salariales encima.

-¿Qué papel jugó la UTA?

-No hicieron nada diferente a lo que nos tienen acostumbrados. Hicieron lo mismo de siempre, se quisieron robar nuestra bandera, pero esta vez les salió todo mal.

“Obreras y obreros condenados a la sordera”

TESTIMONIO DE LA COMPAÑERA G., GUARDA DE LA LINEA A

“Esta semana fui a hacerme una audiometría por intermedio de mi obra social con el fin de poder tomar los recaudos necesarios para evitar la pérdida completa de la audición. La respuesta que me dieron los médicos fue que sólo podían hacerme unos tapones a medida para los oídos, pero éstos sólo me pueden resguardar el 20% de la audición, dado que además del ruido lo que más afecta son las vibraciones del tren, con lo cual si sigo trabajando acá hasta jubilarme estoy condenada a quedarme sorda. Esto hace primordial la lucha por reducir la edad necesaria para jubilarnos para no quedarnos completamente sordos.”

Triunfó la lucha de Metrovías

DECISIVA, LA HUELGA INDEFINIDA

La huelga de los trabajadores de Metrovías, que conmocionó a la ciudad, culminó en un resonante triunfo. No sólo por el monto del aumento salarial (ver recuadro), sino también por la repercusión política para el conjunto del movimiento obrero.

Métodos

Prevalecieron los métodos clasistas. Las asambleas de base de cada una de las cinco líneas votaban todos los pasos a seguir en el conflicto. Votaron el paro por tiempo indeterminado. El paro fue activo: se formaron piquetes en las cabeceras, no se permitió poner en marcha los trenes con supervisores. El movimiento piquetero contagió con su metodología las luchas de los trabajadores ocupados.

Fracasó la política de desgaste del gobierno

El gobierno se jugó a una política de desgaste. ‘Operó’ en cada fase para introducir una cuña y dividir al Cuerpo de Delegados. Así logró que la lucha iniciada en diciembre (en las fiestas) se discontinuara, pasando las negociaciones a un cuarto intermedio de más de un mes, para el 18 de enero (en las vacaciones). En enero se jugó a alargar las negociaciones hasta marzo. Pero desde abajo vino el reclamo de no aceptar más dilaciones. La patronal había tenido más de un mes para ‘pensar’.

Los obreros votaron en el inicio que no acatarían más ‘conciliaciones obligatorias’. Cuando el escalonamiento de los paros parciales llegó al paro total y se iniciaba el paro por tiempo indeterminado, las asambleas de base y el Cuerpo de Delegados rechazaron una propuesta de levantar las medidas por 24 horas para abrir un camino de negociación o con el pretexto de ‘aflojar’ la tensión con la ‘opinión pública’.

Palacios y la burocracia moyanista

La burocracia de la UTA no inició la huelga ni movió un dedo en su apoyo. Usó la personería gremial para participar en todas las reuniones ministeriales, a la espera de poder meter la cuchara. Moyano pidió que los obreros no se extralimitaran en sus reclamos.

Ante la profundización de la lucha obrera (huelga general por tiempo indeterminado), el gobierno y las patronales tuvieron que ceder. Las simpatías con la huelga iban creciendo entre la población trabajadora. Se multiplicaban las adhesiones de solidaridad y se desarrolló un clima de agitación salarial en el movimiento obrero.

Se planificó un operativo político de alto nivel para levantar la huelga. La burocracia dio por levantado el paro, la noche del miércoles, por TV. Las asambleas de base, en cambio, habían reclamado que la UTA lanzara un paro solidario. Palacios cerró el conflicto porque temía que efectivamente los choferes de la UTA se contagiaran.

La firma de Palacios, a espaldas del Cuerpo de Delegados, fue repudiada enérgicamente por las Asambleas de Base de todas las líneas y talleres. Los obreros decidieron mantener la huelga general hasta que sus delegados fueran oficialmente notificados de las ofertas patronales, y bajaran con las actas a las cabeceras.

Cuando se impuso la reducción de la jornada laboral a 6 horas, la burocracia firmó, a espaldas de los trabajadores y sus delegados, la obligación de hacer una hora extra pagada al 50%. El rechazo de las asambleas y la continuación de la lucha enterró esta maniobra.

Lo mismo sucedió cuando la burocracia de Palacios firmó la aceptación de las máquinas expendedoras de pasajes, que reemplazarían a los boleteros. Las asambleas y la huelga obligaron a romper esas actas.

Con esa experiencia a cuestas, las asambleas obreras recibieron a los representantes burocráticos a los gritos y votaron mantener el paro.

En la primera ‘acta’ (hoja) que la burocracia acercó en la madrugada del jueves, no figuraba el pago de los jornales caídos en la huelga, ni el retroactivo al 1º de enero. Las asambleas reclamaron a viva voz que figuraran estas conquistas. En el acta final que aprobaron las asambleas el jueves por la tarde, estos reclamaron habían sido incorporados.

La patronal había planteado una cláusula de ‘paz social’ por dos años. También la introducción de 76 máquinas expendedoras. Ambos planteos fueron totalmente rechazados. En lugar de ‘paz social’, el acta habilita a reabrir el reclamo salarial en caso de un aumento del costo de vida.

“Para Palacios que lo mira por TV”, era el canto desafiante de los trabajadores en las asambleas que decidieron levantar la huelga, casi 24 horas después. Palacios fracasó en su objetivo de neutralizar al Cuerpo de Delegados.

“Ahora, la lucha por la insalubridad”

ENTREVISTA A T., MAQUINISTA DE LA LINEA A

¿Cómo se desarrolló el conflicto?

–El conflicto, al principio se hizo de a poco, para ver cómo estaba todo, cómo estábamos los trabajadores. Después, entre todos, decidimos hacerlo más largo. La gente estaba muy entusiasmada, nunca nos sentimos tan juntos como compañeros. El logro fue una unión entre todos: los trabajadores de la empresa, trabajadores de otras empresas, compañeros de distintas organizaciones, y la verdad es que no me esperaba el gran triunfo que logramos.

¿Qué significa para los demás trabajadores del país?

–Esto es una puerta que se les abre a todos, para poder luchar como lo hicimos nosotros. Lo que realmente se gana es una miseria, porque las cosas han aumentado diez veces y el sueldo está cada vez más bajo, no alcanza para nada.

¿Es decir que notás alguna repercusión a pocos días del triunfo?

–Espectacular, en el sentido de que ya empezaron otras luchas, como en el ferrocarril ex Sarmiento.

¿Qué opinas del rol de la UTA?

–Bueno, como siempre, no aparecen nunca, y a lo último quieren figurar como que ellos son los que arreglan todo. Demostramos que los que luchamos fuimos nosotros y los que se tuvieron que bajar los pantalones fueron ellos.

¿Cuáles son las próximas metas?

–La próxima meta es la insalubridad, como todos saben, por la que venimos peleando hace mucho tiempo; ya logramos las 6 horas, ahora vamos por la insalubridad, y con justicia; antes teníamos insalubridad, vino esta empresa y nos la sacó, nos sacaron todo. Y la necesitamos, primero, porque uno estando acá abajo se desgasta mucho más que una persona que trabaja al aire libre, y con el tema de la jubilación, uno se jubila diez años antes y tiene diez años más de vida.

Lo conquistado

Los trabajadores de Metrovías obtuvieron un aumento en el salario básico conformado del 19%. Hay que considerar, sin embargo, que se suman a este básico los 100 pesos que otorgó el gobierno a todos los trabajadores de las empresas privadas, con vigencia desde el 1º de enero, cuando el reclamo de aumento salarial de los compañeros de Metrovías ya había sido elevado a la patronal. Dependiendo del nivel del salario básico de cada categoría, el incremento real del básico oscila entre el 25% para las mejor remuneradas y un 35% para las inferiores.

Lo que modifica marcadamente esos porcentajes, en beneficio de los trabajadores, es que el monto por antigüedad pasa, de un modo general, de 2,50 a 19,20 pesos por año. Como se estima el promedio de la antigüedad en diez años, el incremento por este concepto sería de 170 pesos. En síntesis, para un trabajador de talleres con 10 años de antigüedad, el salario pasaría de 1.150 a 1.652 pesos, lo cual representa un 44% (de acuerdo a otra estimación, según lo cual, la antigüedad promedio sería de 4 años, el aumento es del 35%). Pero incluso después de esta conquista, el trabajador de Metrovías (en promedio) no consigue llegar, con su básico más la antigüedad, al costo de la canasta familiar, que es de 1.750 pesos.

Para los detractores y enemigos del movimiento obrero se puede decir algo más: ese salario promedio representa 500 dólares, o sea que está por debajo de los salarios anteriores a la devaluación. Lo mismo ocurre si lo comparamos en términos de poder adquisitivo, porque representa unos 700 pesos del 2001. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que los salarios de los trabajadores de Metrovías fueron congelados durante todo el período de la convertibilidad, lo que significó una caída del poder adquisitivo del 30-40%. Si consideramos, a su vez, que los trabajadores nunca recuperaron el nivel de salarios anterior a la hiperinflación de Alfonsín (1989) y de Menem (1991), la victoria obrera en Metrovías implica, en términos históricos, el comienzo de una reconquista del valor de la fuerza de trabajo.